2010, Número 5
Las alucinaciones y el delirio como representaciones anancásticas
Idioma: Español
Referencias bibliográficas: 46
Paginas: 379-387
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RESUMEN
El problema de las representaciones
Karl Jaspers introdujo una diferenciación entre percepción y representación que, mejor vista, plantea un falso dilema. Según el gran psicopatólogo alemán las percepciones son corpóreas y se originan en el espacio objetivo exterior, mientras que las representaciones son incorpóreas y provienen del mundo subjetivo interior. Con arreglo a su criterio, corporeidad-imaginación, espacio exterior-espacio interior son oposiciones absolutas que separan siempre y sin transición la percepción y la representación por un abismo.
El laureado neurofisiólogo Eric Kandel, al proponer un nuevo marco referencial para la psiquiatría, encuentra en la neurobiología una posibilidad cierta de aproximarse a la vida mental sana y enferma, en todo lo cual destaca los procesos inconscientes por los que se aloja y activa la memoria, estrechamente ligados a las representaciones. De la misma manera, son relevantes los trabajos de Crick y Koch sobre los correlatos neurales de la conciencia y sus zombie modes, que pueden ser pensados como reflejos corticales inconscientes estructurados como respuestas rápidas y estereotipadas, así como lo que Changeux ha denominado «representaciones globales previas». De hecho, en el denominado medio consciente, promovido por la activación tálamo-cortical, cuando se realiza una tarea que requiere esfuerzo y atención, encontramos coactivadas espontáneamente estructuras neuronales coordinadas en espacio y tiempo, del tipo de las representaciones globales previas que, a su vez, generan otros procesos en el SNC. Según Téllez, los arquetipos junguianos son timofanías, es decir, representaciones de una actividad vital profunda que podrían ser conceptualmente asimilados a las representaciones globales previas y a los zombie modes de Crick y Koch.
Los teóricos que estudian las relaciones entre caos y salud proponen, al contrario de lo que se ha venido pensando hasta ahora, que la salud tiene un alto ingrediente de incertidumbre, de la misma manera que una ausencia de variabilidad y caos fisiológico y comportamental conduce a una mineralización de las posibilidades de existir, tal y como ocurre en la mayoría de los trastornos mentales. Por lo tanto, las nuevas estrategias terapéuticas no deberían regularizar el comportamiento del enfermo en el nivel de su anánkè, sino incrementar su repertorio de complejidad perdido transformando la psiquiatría en una verdadera ciencia de la libertad como lo proponía Henri Ey.
La alucinación y el delirio: ¿representaciones anancásticas? El tema del delirio ha sido objeto de las más diversas reflexiones. En nuestro caso nos interesa estudiar el fenómeno por el cual el delirio llega a instalarse en el centro de la vida del enfermo, como una representación mineralizada del mundo y de sí mismo, hasta estructurar la mayor parte de su conducta y su vida de relaciones, lo que proponemos llamar representación anancástica.
Para que todas las representaciones sean interpretadas armónicamente, es necesario un balance de actividad entre el cortex sensorial y motor primario con las áreas de asociación esparcidas por toda la corteza cerebral, al parecer concertadas desde el cortex prefrontal. Los constructos contenidos en las representaciones previas deben ser revisados en cada oportunidad y sufrir algún acomodo circunstancial o una transformación profunda, según sea el caso. Se trata de un proceso de metacognición por el cual la mente examina sus propios contenidos. Cuando alguna situación patológica altera ese proceso, los constructos pueden convertirse en materia prima para contenidos alucinatorios y delirantes. Quedan comprometidas la neuroplasticidad y la autopoiesis, y la dinámica mental es atrapada por estas representaciones anancásticas. Los zombis de Crick, las representaciones previas de Changeux o las timofanías de Téllez, independizados del Yo, impuestos alucinatoria y automáticamente en una conciencia que no puede diferenciarlos de la realidad, constituyen entonces una expresión sintomática de lo que hemos denominado la enfermedad mental como anánkè.
REFERENCIAS (EN ESTE ARTÍCULO)
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