2005, Número 2
Rev Mex Patol Clin Med Lab 2005; 52 (2)
Microbios al ataque
Garrocho SC
Idioma: Español
Referencias bibliográficas: 2
Paginas: 97-108
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RESUMEN
Dado que no hay manera de evitar que los microbios dañen tanto a las tropas atacadas como a las atacantes, solamente se les puede usar como armas estratégicas, lo que equivale a decir que, llegado el caso, se van a emplear fundamentalmente sobre la población civil. A lo largo de la historia de los conflictos bélicos las partes en conflicto han intentado recurrir a los gérmenes patógenos con éxito variable, pero no fue sino hasta el desarrollo suficiente de la bacteriología que se contó con los recursos científicos y técnicos para diseñar procedimientos de investigación, modificación genética, producción, almacenamiento y aplicación práctica de los microorganismos para la guerra. A pesar de que las naciones más poderosas del mundo son las que más decididamente han implantado, financiado y disimulado ambiciosos programas para hacerse de un arsenal enorme de armas biológicas, se acepta que en la actualidad casi cualquier país del Tercer Mundo puede convertirse a muy bajo costo en una potencia militar en este campo. Entre el gran número de especies microbianas dañinas para los seres humanos, menos de una docena se consideran actualmente aplicables con fines bélicos: ántrax, botulismo, cólera, muermo, peste, fiebre Q, tularemia y viruela. Ninguno de estos microorganismos, sin embargo, existe en los laboratorios de las potencias biológicas en su forma original, sino que se han militarizado: poseen ahora gran resistencia a las temperaturas extremas, a la desecación, a la fuerza expansiva de las explosiones, a los antibióticos y a las vacunas. Su periodo de incubación se ha hecho más corto, su infecciosidad mayor y se ha potenciado enormemente su capacidad mortífera. Se han diseñado técnicas sofisticadas para su conservación, almacenamiento y transporte. Se dispone ya, mediante investigaciones en animales y en seres humanos, de conocimientos precisos sobre cómo lanzarlos de modo que causen una mayor mortandad o incapacitación de los habitantes del territorio enemigo: el tamaño óptimo de las bombas, la altura a la que deben explotar sobre una ciudad, el peso mínimo que permita a las gotitas de aerosol o a las partículas finísimas de polvo infectante mantenerse flotando en el aire durante más tiempo, su distinta efectividad sobre multitudes en espacios cerrados o abiertos, la capacidad de un atacante suicida para diseminar la enfermedad. Frente a todo esto, no obstante, ni siquiera la nación más fuerte del mundo ha sido capaz de diseñar y mucho menos de implementar una estrategia que le permita proteger de manera efectiva a sus propios habitantes. Por otra parte, esto obliga a nuestras escuelas de ciencias biomédicas a egresar profesionales razonablemente capacitados para enfrentar situaciones de emergencia biológica, cuyo riesgo debe considerarse cada vez más inmediato en función de nuestra vecindad con el mayor blanco del bioterrorismo mundial.REFERENCIAS (EN ESTE ARTÍCULO)