2004, Número 1
Salud Mental 2004; 27 (1)
Primeras experiencias sexuales en adolescentes inhaladores de solventes: ¿De la genitalidad al erotismo?
Aguilera RM, Romero M, Domínguez M, Lara MA
Idioma: Español
Referencias bibliográficas: 30
Paginas: 60-72
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RESUMEN
La sexualidad constituye un aspecto privilegiado para el análisis de las relaciones entre varones y mujeres como sujetos constituidos y que a la vez constituyen una organización genérica, misma que da origen a roles de género específicos en cada sociedad. La especificación de la categoría género enriquece dicho análisis, al considerar la construcción social de la diferenciación sexual y la dimensión sociocultural de la corporeidad.La sexualidad puede abarcar un campo de expresión de intereses para diversos grupos, entre ellos el de los adolescentes, quienes han desarrollado sus propios estilos sexuales para distinguirse como generación. Si consideramos que estos adolescentes son usuarios de alcohol y de drogas, la relación adolescencia-sexualidad presenta una mayor complejidad.
Suele afirmarse que los adolescentes usuarios de alcohol y de drogas inician su vida sexual sin protección y motivados más por factores externos y ajenos a ellos que por decisión personal, situación que los vuelve más proclives a contraer diversas infecciones de transmisión sexual, incluyendo el SIDA y a dar origen a embarazos no deseados. Se observa entre ellos un número mayor de parejas sexuales con menor uso del condón; las mujeres piden a sus parejas que hagan uso del mismo en menor proporción que las no usuarias.
En este trabajo se aborda la relación entre la adolescencia y algunos aspectos de la sexualidad, en un grupo de adolescentes usuarios de inhalables que además consumían otras sustancias. Su objetivo es el de explorar, mediante un conocimiento a fondo, los elementos que permitan el análisis y la comprensión respecto a las prácticas sexuales de los adolescentes usuarios de diversas drogas, pero que permanecen en ambientes considerados de protección o de bajo riesgo como la familia y la escuela.
Se trata de una investigación cualitativa en la que se eligió a los participantes en escuelas, a través de un procedimiento combinado de muestreo por conveniencia y de la técnica de bola de nieve; se realizaron entrevistas en profundidad en 10 varones (edad promedio 15 años) y 8 mujeres (edad promedio 16 años). Dichas entrevistas se grabaron y transcribieron, y su revisión se hizo con la técnica de análisis de contenido.
Como parte de los resultados se informa que las vivencias subjetivas de la sexualidad en estos adolescentes se ubican en un proceso de secularización de la cultura, que como afirma Amuchástegui, ha permitido que los discursos católicos dominantes compartan espacios con los provenientes de las prácticas y experiencias personales. También se señala la influencia de los elementos del discurso de la medicina moderna que, junto con otros elementos tradicionales, configuran sus subjetividades, como bien fue referido por Castro y Miranda.
La vivencia subjetiva (distinta en varones y en mujeres y marcada por la construcción cultural de la diferencia sexual) de los cambios físicos y biológicos experimentados a raíz de la pubertad (en ellos hacerse hombres, sentirse más chidos y conocer el placer sexual; en ellas de friega y lata y de mayor control social y familiar) explica quizá, que sea precisamente en estas edades cuando aparece la brecha genérica de los primeros síntomas de depresión que se vuelve mayor en las mujeres, ya que los hombres se construyen genéricamente en una posición jerárquica superior con respecto a ellas (está cabrón ser vieja) y éstas se asumen en desventaja.
El hecho de que los varones, y todavía algunas mujeres, afirmen que la doble moral sexual es natural nos lleva a revisar cómo se dan las relaciones entre los géneros en la adolescencia. Esto aportará elementos de análisis para entender la también admitida doble moral social respecto al consumo, ya que éste se cuestiona mucho menos y se trata más entre los varones, que en las mujeres.
Si bien el placer y el deseo pueden ser experimentados por varones y mujeres, para los primeros es una necesidad natural, mientras que para las mujeres es algo que hay que controlar. Las mujeres en general definen la penetración como algo doloroso y los varones como situación placentera, pero en el contexto de ser sometidos a una prueba. Ellos expresan su temor de permitir ser tocados y conocidos por otros varones (homofobia); pareciera ser este un elemento que trastoca la hegemonía masculina y las relaciones de poder entre los sexos y de ahí el miedo irracional que genera. Las mujeres de esta muestra (en comparación con sus pares de la población general) se manifiestan más abiertas a experimentar con sus cuerpos y a derribar controles, quizá porque su consumo de sustancias les ha permitido romper con algunos estereotipos que le son impuestos al género femenino.
En cuanto a su conducta sexual como consumidores y en comparación con sus pares de la población general, se informa que la edad de su iniciación sexual es un poco más temprana y que aunada a las historias de abuso y violencia sexual en ellas, de violencia física en ellos y de consumo de alcohol y drogas en ambos grupos, aumenta la probabilidad de acarrearse problemas de salud asociados a estas circunstancias de vida (ETS, embarazos no deseados, abortos y situaciones de re-victimización).
Se documentan costos diferenciales del consumo relacionadas con el género, puesto que algunas de las adolescentes no aspiran a formar una familia feliz, ya que soy desmadrosa y promiscua, ningún chavo se haría responsable y quizá ya tengo podridos los ovarios.
Se concluye, entre otras cosas, que existe la necesidad de desmitificar entre los adolescentes el consumo de alcohol y de drogas asociado a la sexualidad que si bien puede infundirles valor ante el sexo al liberarlos de restricciones sociales, y provocarles sensaciones placenteras, también los despoja de conductas de auto-cuidado y de las sensaciones placenteras experimentadas en pleno uso de las facultades mentales.
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