2021, Número 3
Enseñanza de la anestesiología. ¿En dónde estamos?
Idioma: Español
Referencias bibliográficas: 3
Paginas: 155-157
Archivo PDF: 141.33 Kb.
El desarrollo tecnocientífico de la anestesiología y la seguridad del paciente disminuyeron las tasas de mortalidad de 1: 2,500 a 1: 13,000 en 50 años. Los profesionales del área desempeñaron un papel determinante en la operación del sofisticado equipo de monitorización perioperatoria, en unidades de cuidados intensivos, intervencionismo en dolor agudo y crónico, avances éticos y en el empleo de simulación de la práctica clínica.
Probablemente se puede coincidir en que los actuales y futuros desafíos demandan la formación de líderes creativos que operen los campos clínicos, la investigación y la aplicación de políticas públicas que garanticen un creciente desarrollo de la especialidad así como el perfeccionamiento de los profesionales que, mediante el empleo de sólidos programas educativos, aseguren el desempeño de las actuales y futuras generaciones de especialistas del área.
El método tradicional de enseñanza de la medicina, y en particular de la anestesia, que consiste en la práctica clínica diaria guiada por un tutor ha sido efectivo por décadas. Sin embargo, los vertiginosos avances del conocimiento demandan una transformación radical del paradigma educativo de la medicina y sus especialidades. Lograr esto requiere de la conjunción de diversas variables entre las que destacan: a) los alumnos, b) el profesor, c) el clima laboral y d) el programa de estudios.
A este respecto, notables profesores de la especialidad han expresado su preocupación por las tendencias observadas en indicadores indirectos que evalúan la calidad de los egresados y profesionales que desean ejercer la anestesiología. Resultados obtenidos de evaluaciones universitarias, institucionales o para la certificación revelan la existencia de un deterioro progresivo en los estándares mínimos necesarios para quienes desean ejercer esta rama de la medicina.
Recientemente se ha generado una línea de investigación educativa con el propósito de evaluar las variables participantes y proponer posibles soluciones. En espera de contar con la opinión de un número considerable de colegas y consciente de que cada factor requiere un cuidadoso análisis por expertos del área, en este editorial me limitaré a un somero análisis de cuatro de las variables que en mi opinión son determinantes para obtener un adecuado proceso educativo.
LOS ALUMNOS
Se ha considerado que para ser médico, y en particular anestesiólogo, se requiere vocación, definiéndose ésta como la "inclinación o interés que una persona siente en su interior para dedicarse a una determinada forma de vida o a un determinado trabajo" y también como "el llamado o inspiración que una persona siente para llevar una forma de vida", características ausentes en un buen número de candidatos a estudiar la especialidad. Si a esta carencia se suma el déficit de conocimientos médicos generales adquiridos en la carrera e imprescindibles para la comprensión de la nueva temática, la falta de orientación profesional y la deficiente metodología para determinar quién tiene el perfil básico para dedicarse a esta tarea, podríamos considerar que las características del alumno tienen un papel determinante en el deterioro progresivo observado.
EL PROFESOR
Si estudiar la especialidad de anestesiología requiere vocación, enseñarla demanda doble vocación: la de anestesiólogo y la de maestro, además de una sólida preparación tecnocientífica y pedagógica imprescindibles para desarrollar esta labor. Ante este panorama resulta pertinente preguntar a los actuales colegas que ejercen esta complicada tarea: ¿cuentan con ese perfil? o ¿desempeñan esta difícil actividad basados únicamente en la tradición o porque cuentan con conocimientos, destrezas o experiencia adquiridos a lo largo del tiempo?
También cuestionarnos si los actuales maestros practican los principios y valores de un virtuoso profesor de la especialidad, ya que la figura del maestro influye en forma categórica en la formación del alumno, quien por imitación o convicción adquiere las características del profesor para el ser y saber ser.
Diversos estudios han reportado la falta de promoción de valores fundamentales de la educación, del trabajo y de la relación médico-paciente, lo cual explica en gran medida la deshumanización existente, dando lugar a demandas y fiscalización de la práctica profesional. Lamentablemente la ausencia de valores fundamentales como el respeto, autonomía, responsabilidad, tolerancia, equidad, justicia, solidaridad, generosidad y el trato cordial no forman parte del aprendizaje actual.
En cambio, la ejemplar actitud del profesor funciona como un faro que ilumina el proceso de enseñanza-aprendizaje, guía las normas éticas en el proceso educativo y genera satisfacción y dicha, que hoy día se considera utópica y difícil de alcanzar por un número considerable de anestesiólogos, quienes dan mayor importancia al desarrollo cognitivo del residente. Aunado a lo anterior, la falta de incentivos para el desarrollo integral del profesor propicia la improvisación, desmotivación y deterioro progresivo de la práctica de la enseñanza.
EL CLIMA LABORAL
La práctica actual de la anestesia se desarrolla en un entorno complejo y en el cambio de roles hasta hace poco inimaginables, los pacientes han pasado de ser sujetos pasivos sin la posibilidad de reclamar a personas autónomas con voz y voto en su tratamiento con ciertos conocimientos adquiridos en la web o en los medios de comunicación y la presencia de un sistema médico legal promotor de actitudes defensoras o demandas en caso de ser sujetos de experimentación o de aprendizaje con su persona.
Este tenso entorno educativo dificulta el aprendizaje y desarrollo profesional de la especialidad en la que adquirir las necesarias destrezas conlleva el riesgo de generar lesiones o incluso la muerte en el momento de aprender. Diversos reportes describen dos situaciones estresantes durante la práctica profesional: a) cuando prevemos que algo va a suceder y somos incapaces de actuar para modificar el curso y b) ante expectativas desmedidas entre lo deseado y lo que se puede lograr. Ambas situaciones producen frustración, tensión, ansiedad, inclusive la posibilidad de desarrollar el multicitado síndrome de desgaste profesional o burnout (SBO), el cual se acompaña de conductas atípicas, actitudes y sentimientos negativos, disminución de la atención, falta de compromiso profesional, alteraciones psicosomáticas y gran afectación emocional, características observadas en el medio hospitalario.
No es de extrañar que la progresiva deshumanización descrita pueda corresponder a fenómenos de despersonalización propios de este síndrome, altamente prevalecientes entre anestesiólogos. Las quejas de cansancio, insatisfacción, falta de incentivos, dificultad para el disfrute y la felicidad, conductas de indiferencia, desinterés por la enseñanza, pesimismo o sensación de infalibilidad asociadas a una alta incidencia de tabaquismo, alcoholismo y/o desintegración familiar pueden reconocerse en un buen número de colegas.
A este desalentador panorama se agrega la sobrecarga de trabajo, ambiente competitivo, falta de estímulos o incentivos existentes en la mayor parte de hospitales públicos y privados donde no existe planeación educativa y condiciones para un adecuado aprendizaje y desarrollo personal.
EL PROGRAMA DE ESTUDIOS
De las variables consideradas para este análisis, los planes y programas de enseñanza sean tal vez los menos comentados. Se asume que contar con un Programa Único de Especialidades en Medicina (PUEM Anestesiología) garantiza la calidad de la enseñanza, lo que es una apreciación inexacta, ya que tres décadas de actualizaciones de este programa no han demostrado ser determinantes para formar anestesiólogos con un sólido perfil científico y humanista.
En este contexto, prestigiados profesores de la especialidad han formulado diversos cuestionamientos relacionados con el déficit educativo descrito: ¿cuáles son las causas desencadenantes del actual déficit?, ¿las causas son atribuibles al programa de estudios o a los programas operacionales?, ¿qué omisiones son las causantes?, ¿qué ha impedido el desarrollo pleno de la enseñanza de la especialidad en nuestro país?, y sobre todo ¿cómo podemos revertir esta situación para alcanzar los niveles deseados?
En las últimas décadas se propuso un cambio de paradigma educativo con base en el imperativo ético de "primero no hacer daño" y en los reportes epidemiológicos de lesiones evitables e inaceptables en pacientes como parte de su tratamiento médico-quirúrgico. Esta alarmante situación dio lugar a un debate relacionado con el marco ético de la educación médica tradicional y su posible sustitución por un aprendizaje basado en la simulación clínica. La atractiva propuesta fue adoptada en diversos países, en México influyó sólo en forma marginal sin incluirse en los programas de estudios oficiales.
Un cuarto de siglo después de iniciado este cambio de paradigma educativo, no se ha obtenido mejora sustancial en la calidad de la atención clínica o en la relación médico-paciente. Sólo se ha logrado atenuar la tensión existente ante la forma de adquirir destrezas durante la práctica clínica de la especialidad sin lograr una mejora sustancial en la formación de los egresados y en su futuro profesional.
Virar hacia una futura especialidad que armonice con un mundo sostenible con sociedades justas e incluyentes requiere un esfuerzo de gobiernos, instituciones educativas, sector empresarial y de una ciudadanía responsable y comprometida con la convivencia y el progreso social. Se necesita una reforma académica integral que conserve lo mejor de la educación tradicional, combinada con una educación basada en evidencias científicas y en valores, centrada en el ser humano, lo cual sin duda favorecerá una exitosa inserción social del egresado y un futuro promisorio para los profesionales de la anestesiología.
REFERENCIAS (EN ESTE ARTÍCULO)
AFILIACIONES
1 Instituto de Medicina del Dolor y Cuidados Paliativos (IMEDOCP A.C.). Facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca. Oaxaca, México.
CORRESPONDENCIA
Dr. Uría M Guevara-López. E-mail: uriaguevara271@gmail.com