2001, Número 6
Gac Med Mex 2001; 137 (6)
Científico, artista o maestro ¿qué se requiere en la modernidad?
Ramiro HM
Idioma: Español
Referencias bibliográficas: 9
Paginas: 621-626
Archivo PDF: 56.02 Kb.
FRAGMENTO
La humanidad, a través de su historia, a través de su devenir, ha cristalizado y esculpido con detalle sin igual, lo más profundo y genuino de su pensamiento y de su hacer, plasmándolo en una u otra forma, en cada uno de los elementos que constituyen la naturaleza. Este especial don que recibió el hombre es tangible en múltiples y diversas áreas del saber, desde el cultivo y florecimiento de las bellas artes que subliman el espíritu, hasta las ciencias que con un sentido abstracto nos proporcionan explicaciones del ser, de lo presente, de lo objetivo. Estos dos extremos del conocimiento humano aparentemente polarizados ya que encuadran y limitan el todo de su acervo cultural, marchan en realidad paralelos entre sí, envolviéndonos en un ambiente de belleza extraordinaria, que nos convierte ante el universo, en elementos singulares, sin par. Al igual que en las bellas artes surge la inspiración, del científico brotan las ideas. Ambos toman elementos de la naturaleza para transformarlos y pueden frecuentemente repetirlos, logrando en ocasiones con ello, hacer arte o corroborar lo previamente expresado por un científico, tal y como sucede cuando un artista interpreta la obra compuesta por otro, o un científico reproduce los hallazgos realizados. Curiosamente, ambos son impulsados por una imperiosa fuerza interna, por una sed incontenible, por el deseo desbordante del saber, de escudriñar, de discernir entre las agudas interrogantes de la naturaleza; pero algo que sin lugar a dudas los distingue de entre el resto de los estudiosos, radica en que sus objetivos jamás se fincan en rededor de la obtención de jugosas satisfacciones materiales, sino que se conforman con saborear gota a gota, el delicioso e insustituible sabor del éxito, con la felicidad consciente del esfuerzo realizado. Y es precisamente su tenacidad, la que con el inevitable transcurso del tiempo, les permite alcanzar, en algunas ocasiones, la creación, que transforma en imperecedera su obra sublimando y engrandeciendo su espíritu. ¡Ah!, pero cuando el artista y el científico pierden esa nobleza de sentimiento, ese objetivo puro y transparente y se transforman en creadores con fines mezquinos, absolutamente materiales..., sin demérito de su capacidad intelectual ni de su tenacidad en el trabajo, pasan a ocupar sus respectivos subrogados dentro de la sociedad, los campos de la artesanía y la tecnología. Es por ello que el ser científico o el ser artista, no depende sólo de un determinado nivel de conocimientos y mucho menos de un grado académico, sino de una actitud ante la sociedad, ante la naturaleza, ante el conocimiento; y de un espíritu transparente y cristalino, del que muy pocos se pueden jactar. En medio de los extremos del conocimiento humano encontramos las diferentes áreas del saber, las que pueden mantener o no un equilibrio equitativo de acuerdo a la fortaleza del pilar sobre el que descansan. Pilar cuya estructura está conformada por la educación, la ética, la moral, la filosofía y la religión en sí misma. Es precisamente por esto que no podemos concebir la idea que sustenta la posibilidad de formar artistas o científicos a través de pláticas, cursos, diplomados o técnicas. El científico y el artista son porque son y lo llevan en sí, en su ser, desde el momento mismo en que nacen. Se trata de un don, de un carácter excepcional, de un privilegio que les ha sido otorgado. Podremos educar, instruir o aun orientar a un artista o a un científico, pero jamás los podremos formar y mucho menos crear. El artista transforma y describe con elegancia y belleza los brotes de la naturaleza; el científico en cambio, con criterio crítico teoriza, investiga y experimenta; el filósofo, infatigable intenta desentrañar la verdad y el porqué del ser, sin una esperanza después de la vida; el teólogo por otro lado, templado e inquebrantable acepta conceptos y preceptos como la verdad, por medio del amor y de una fe profunda y ejemplar; el técnico y el artesano en cambio, sucumben irremediablemente ante la aplicación práctica de sus ideas.REFERENCIAS (EN ESTE ARTÍCULO)