Idioma: Español
Referencias bibliográficas: 44
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RESUMEN
El comportamiento agresivo de los niños es un problema de relevancia social que requiere de la particular atención de los investigadores, ya que, por un lado, ha aumentado la incidencia de la conducta agresiva y antisocial de los niños y de los adolescentes, y la participación de los menores de edad en delitos tales como el robo, la venta de drogas y el homicidio. Por otro lado, en una gran variedad de estudios se ha encontrado que la conducta agresiva evoluciona certeramente a problemas más severos de conducta antisocial en la adolescencia y en la etapa adulta. Por ejemplo, se ha encontrado una alta correlación entre la conducta agresiva de los niños y la conducta antisocial que después manifiestan en la adolescencia y la vida adulta.
En un esfuerzo por prevenir y detener la evolución del comportamiento agresivo de los niños se ha intentado identificar y describir los factores asociados con la manifestación de dicho comportamiento en las etapas del desarrollo que comprenden la infancia y la adolescencia. Algunos investigadores han introducido los términos: factores de riesgo y factores protectores, mencionando que es muy probable que un individuo desarrolle problemas de conducta, conforme aumenta el número de factores de riesgo y disminuye el número de factores protectores.
Se ha propuesto que los factores de riesgo se pueden clasificar en cuatro grandes grupos: 1) las características de los niños, 2) las características de los padres, 3) los factores contextuales, y 4) la interacción padre-hijo. Asimismo, se han clasificado los factores protectores que previenen la conducta antisocial en 5 tipos principales: 1) las relaciones de apoyo padre e hijo, 2) los métodos positivos de disciplina, 3) el monitoreo y la supervisión, 4) que las familias estén dedicadas a sus hijos, y 5) que los padres busquen información y apoyo.
El objetivo del presente estudio fue la identificación y descripción de los factores asociados con la presencia y mantenimiento de la conducta agresiva en los niños mexicanos en edad escolar, así como la predicción de este comportamiento en otros escenarios, particularmente en la escuela (en el salón de clases y en el patio de recreo). Para ello, se trabajó durante tres años con 345 niños de siete escuelas oficiales del nivel básico, en la Ciudad de México, por medio de un estudio longitudinal de grupos. Se clasificó a los sujetos en dos grupos: aquellos con porcentajes de conducta agresiva por debajo del percentil 25 (no agresivos), y aquellos por arriba del percentil 75 (agresivos) de acuerdo con una lista de cotejo de la conducta agresiva. Para obtener los datos se llevaron a cabo registros observacionales de la interacción padre–hijo en el hogar, maestro–alumno en el salón de clase, y niño–compañero en el patio de recreo. Además se aplicaron diversos instrumentos de evaluación relacionados con los procesos de crianza infantil, tales como: el Indice de Estrés en la Crianza, el Indice de Prácticas Disciplinarias, la Escala del Ambiente Social Familiar y el Cuestionario de Enojo.
Los resultados señalan la presencia de factores de riesgo asociados con la conducta agresiva del niño, y factores de riesgo predictores de la conducta agresiva del padre. Asimismo, se identificaron los factores protectores del comportamiento agresivo en el niño, los factores de riesgo asociados a una disciplina irritable explosiva y los factores que predicen el comportamiento agresivo en otros escenarios.
Los datos indicaron que hay factores de riesgo relacionados con las características del niño y del padre, así como de la interacción padre e hijo.
Adicionalmente, los resultados del estudio permiten identificar otra serie de factores de riesgo asociados a la conducta agresiva del padre que pueden ser clasificados de forma similar, en tres tipos: las características del niño, de su padre y de la interacción entre ambos. Uno de los hallazgos relevantes se relaciona con los factores de riesgo asociados a una disciplina irritable explosiva.
Por otro lado, hay factores que se relacionan con la baja agresividad del niño, que lo protegen de presentar problemas de conducta.
Entre estos factores, las características de la familia y el tipo de disciplina que los padres utilizan en la crianza de sus hijos se relacionan con la ausencia de conductas agresivas en el niño. Específicamente, tener una adecuada organización familiar, fijar metas, la religiosidad y la cohesión familiar, aunadas a una disciplina flexible y congruente que no dependa del estado de ánimo de sus padres y la supervisión de las actividades del niño, favorecen su desarrollo social y familiar.
La identificación de estos factores permite señalar la relevancia y la necesidad de desarrollar intervenciones específicas encaminadas no solamente a reducir los factores de riesgo, sino a elaborar intervenciones que promuevan el desarrollo de factores protectores en la familia: el entrenamiento de los padres en las habilidades de la crianza, la comunicación, la supervisión, la interacción social, y las actividades planeadas; y las intervenciones dirigidas a los niños: enseñarles habilidades sociales, a controlar su ira y a solucionar sus problemas. También es importante desarrollar estrategias de intervención en la escuela, como controlar la conducta disruptiva en el salón de clases y en el patio de recreo.
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