2003, Número 1
¿Por qué delinquen las mujeres? Parte II. Vertientes analíticas desde una perspectiva de género
Idioma: Español
Referencias bibliográficas: 38
Paginas: 32-41
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RESUMEN
El problema de la mujer delincuente dentro del campo de la criminología se ha vuelto cada vez más evidente. Sin embargo, las teorías tradicionales sobre las causas de la delincuencia se han desarrollado básicamente a partir de la experiencia masculina. Estos hallazgos dan poca cuenta de los aspectos tan peculiares que se aprecian en la experiencia y delincuencia femeninas.Los estudios con perspectiva de género han hecho importantes contribuciones en el plano epistemológico de la criminología, en la medida en que han facilitado la redefinición de conceptos al cuestionarlos y al enriquecer los paradigmas de ésta. En la década de mil novecientos ochenta surgieron una serie de trabajos con perspectiva de género. De acuerdo con West y Zimmerman (1987) género es “el modo de proceder de acuerdo con conductas establecidas a la luz de concepciones normativas, actitudes y actividades adecuadas a la propia categoría de sexo. Las actividades de género emergen del sexo y definen la pertenencia a la categoría sexo...por lo tanto el género no es un conjunto de rasgos, ni una variable, ni un rol sino el producto del hacer social de cierto tipo, que se construye a través de la interacción”. Una organización genérica es aquélla en la que el control, la identidad, el significado de las acciones, las emociones y las ventajas tienen patrones que hacen la distinción entre hombres y mujeres (masculino y femenino).
Los conceptos de sexismo y poder patriarcal son inherentes al género. Lo patriarcal y sus privilegios permanecen como parte de la cultura y por ende permean tanto la criminología, como los procesos criminales y de criminalización y la forma en que hombres y mujeres se enfrentan a la ley.
En este trabajo se describe y analiza desde la perspectiva de género la criminalidad femenina, tomando en consideración para ello cuatro ejes analíticos: poder, controles, violencia y equidad. El poder, de acuerdo con López-Rey (1983), es la capacidad, habilidad, energía o fuerza para hacer o no hacer, para provocar o prevenir algo que se estima beneficioso o no. Favorecen su acción elementos como la corrupción, la ideología y la insatisfacción ante determinadas circunstancias o situaciones que afectan a clases o a grupos diversos. El poder así considerado puede ser político, ideológico, económico, científico o de cualquier otra índole y controla a más de la mitad de la población: mujeres, niños y ancianos.
El poder se ejerce por medio del segundo eje, que es el control social, con dos modalidades: los controles informales (educativos-persuasivos) y los formales (represivos). Entre los informales los más significativos para las mujeres, porque resultan ser más severos y efectivos, son la reputación, el control del cuerpo, la restricción del espacio y de determinadas actividades, que permiten definirlas como mujeres buenas o malas.
Las mujeres que desobedecen, que se fugan de casa, que son sexualmente activas o que han quedado embarazadas en contra de los deseos del marido o del padre, y las madres “inadecuadas”, son más vulnerables a sufrir los controles formales que ejerce el Estado a través del castigo o la etiquetación psiquiátrica. Es decir tienen más probabilidades de ser encarceladas o segregadas, o de que se les controle formalmente.
Una forma de ejercer el control sobre las mujeres es por el miedo, sentimiento instalado en sus vidas por el ejercicio de la violencia, la que constituye el tercer eje analítico. Las mujeres que han sufrido violencia, independientemente de si ésta se dio en la niñez o en la etapa adulta, tienen mayores riesgos de padecer depresión y ansiedad, estrés, dolor y fobias. Asimismo, son más propensas al abuso de sustancias y a desarrollar conductas negativas con respecto a su salud (Campbell, Kub y Rose, 1996; Galbraith y Rubinstein, 1996; Romero y cols, 2001; Staton, Leukefely y Logan, 2001).
El abuso físico y sexual incrementa el riesgo de que se arreste a las mujeres por actos violentos. Además, se pueden presentar mecanismos de “desviación” como huir del hogar, déficits en la habilidad cognoscitiva y el aprovechamiento, involucramiento con parejas delincuentes y fallas en el aprendizaje de las habilidades psicológicas necesarias para un desarrollo adulto exitoso (Widom, 2000).
Finalmente, desde el punto de vista del análisis de género, todo aquello que en el sistema económico y social impida o retrase sistemáticamente el acceso de hombres o de mujeres a algún derecho universal, constituye una inequidad de género. Las mujeres que delinquen no sólo dejan de ejercer actividades y de disfrutar de bienes a los que tienen derecho, sino que se ven excluidas de la mayoría de las posibilidades de obtenerlos, es decir, viven en exclusión social.
Por lo tanto, dadas las condiciones de desigualdad social que prevalecen para la mujer que delinque, si el sistema de impartición de justicia no las toma en cuenta, terminará por imponerse una justicia parcial. Mientras se apliquen sanciones análogas a condiciones que no son iguales, lo que se va a producir es una situación de desigualdad real y profunda.
Para llegar, entonces, a una adecuada prevención de la delincuencia femenina es necesario considerar varios factores desde una perspectiva de género: 1) La promoción de la seguridad física y de un desarrollo saludable, con el objeto de disminuir la pobreza, la violencia, la deficiente atención a la salud y el abuso de sustancias. 2) La validación de los afectos y del respeto, y la promoción de un ambiente emocional saludable a fin de evitar la trasgresión forzada. 3) El desarrollo de modelos de rol femeninos que sean diversos, a fin de evitar mensajes racistas y sexistas.
4) El respeto a la libertad sexual y a la salud reproductiva de las mujeres, para evitar el abuso sexual, la explotación y las imágenes y valoración femeninas basados en la “reputación” y el control del cuerpo y 5) El establecimiento del ejercicio pleno del derecho a la igualdad en el trabajo, a un nivel de vida adecuado, a la seguridad social -salud, vivienda, educación y cultura- a fin de evitar la exclusión.
REFERENCIAS (EN ESTE ARTÍCULO)
BAVESTRELLO Y, CORTES P: Mujeres en conflicto con el sistema penal. El caso de Chile. En: Del Olmo R (ed.). Criminalidad y Criminalización de la Mujer en la Región Andina. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD. Comisión Andina de Juristas. Fundación José Félix Ribas. Ed. Nueva Sociedad, p.231, Venezuela, 1998.
WIDOM C: Childhood victimization and the derailment of girls and women to the criminal justice system. Research on women and girls in the Justice System: plenary papers on the 1999 conference on Criminal Justice Research and evaluation- Enhancing policy and practice through research, National Institute of Justice, 3:27-36, 2000.