2023, Número 1
Desde la otra orilla
Idioma: Español
Referencias bibliográficas: 0
Paginas: 5-6
Archivo PDF: 110.93 Kb.
Estimados amigos y colegas.
Reciban un cordial y caluroso saludo.
Es para mí un honor y un gusto poderme dirigir a ustedes, en esta ocasión, a través de las palabras plasmadas en este editorial. Agradezco la invitación.
Quiero referirme a una frase que escuchamos con relativa frecuencia, y es la de "mirar desde la otra orilla". Ésta por sí sola aduce a contemplar otro punto de vista, que en muchas ocasiones tiene un valor filosófico de relevancia. Pero, por qué no llevarla a un terreno de poca aplicación, o si me lo permiten pobremente difundido, o por lo menos para mí, como lo es en el área de la educación.
La educación, hermosa palabra que está atada a gran número de interpretaciones y que, sin duda, los eruditos en la materia la abordarían con profundidad y acierto. Pero en la cotidianidad, en la práctica, es desconocida en su verdadero significado. Cuando hablamos de ella, inmediatamente evocamos a un alumno y un profesor, distantes, ajenos el uno del otro, en espacios incluso opuestos. Sólo se involucran para que uno emita y el otro reciba la información exclusivamente científica. No se propicia un entorno más saludable para intercambiar ideas, conceptos, en donde por momentos las dos partes entrelazan sus roles de enseñanza-aprendizaje que se logra cuando el profesor escucha atentamente al alumno, conoce sus verdaderos intereses, le aporta su experiencia y le transmite también su sensibilidad hacia los pacientes, quienes son la verdadera razón de esta comunicación que debe tener lugar en la formación de cirujanos integrales.
Cuando de educación hablamos, me llega una obligada pregunta. ¿Quién capacita al profesor que como cirujano se dedica a la docencia?, puede probablemente pensar que lo es, por el simple hecho de los años ejercidos en el área. No se entiende que enseñar requiere de vocación y permanente capacitación. Insisto, el paso del tiempo simplemente no da esta titulación.
Admito que el tiempo puede dar cierta habilidad técnica, llamada experiencia, pero no podemos olvidar que el maestro, el profesor es un todo formado por varios elementos, de un pensamiento holístico que investiga, se prepara, escucha y se involucra como si fuese el alumno.
¿Dónde quedó la formación en pedagogía que lleva de manera tácita la metodología? ¿Dónde queda el recurso y la formación que deberíamos tener todos los llamados profesores en el área de las últimas tecnologías de la información y comunicación (TIC) y sus diversas aplicaciones? Dentro de las posibles definiciones de maestro se tienen referenciadas las palabras "perfección y relevancia", ¿qué tan cerca estamos de éstas?
Ahora me referiré a un elemento que considero pilar fundamental en la enseñanza. Es un aspecto que, por alguna extraña razón, la cual no logro descifrar, ha desaparecido en muchos de los que nos dedicamos a la educación. Se trata del sentimiento, y específicamente el amor. Pienso que tal vez es la clave en este camino que denominamos enseñar, educar, formar, etcétera. Camino continuo sin final. ¿Nos hemos dedicado exclusivamente a transmitir el conocimiento en técnicas quirúrgicas?
Por qué se difunde que involucrar el amor es sinónimo de débiles, faltos de carácter y muchos otros más apelativos, que aumentan cuando simplemente se llega a mencionar el corazón (o la parte que se quiera, guarda, el amor), que para mí engloba de manera fundamental, el arte de educar.
Este sentimiento, el del amor, ha ido en constante cambio y no precisamente para su crecimiento, por diversas razones o simples justificaciones, lo hemos dejado a un lado, relegado probablemente en el olvido, y de paso arrastrando la palabra de maestro, en todo su entorno, no la definición que encontramos en los diccionarios, pues ellos no sienten.
¿El verdadero maestro debe apropiarse de los sentimientos y aprender a transmitirlos? ¿O será innato el tenerlos y transmitirlos? Considero que el sentimiento puede estar dormido, pero no muerto, es hora de despertarlo, éste hace la diferencia entre un especialista que posee título, pero no la capacidad para enseñar. Podríamos aquí cuestionarnos, sobre tener título o SER un verdadero especialista. No podemos seguir formando cirujanos insensibles, que no pueden ver a sus pacientes con amor, ¡sí amor! ¿Por qué no? Es el momento de entender que la palabra paciente no hace referencia a aquel que tiene la capacidad de la paciencia, sino al que padece.
Finalmente pregunto si las instituciones requieren incluir en sus programas la cátedra de enseñanza desde el amor. Tendría una profunda responsabilidad con la sociedad donde entregamos, o eso creemos, el resultado final o transitorio de nuestra enseñanza, que debería acompañarse de competencias diáfanas y precisas.
Es hora de hacer un alto y reflexionar sobre nuestro papel como orientadores de futuros especialistas, resaltando la importancia de la enseñanza y el aprendizaje como un binomio inseparable en donde las evaluaciones no se midan con números, los cuales quedan en el papel, sino el alcanzar un objetivo superior, como lo es el tocar las fibras de la conciencia.
…Desde la otra orilla!
AFILIACIONES
1 Presidente electo Asociación Latinoamericana de Cirugía Bucomaxilofacial (ALACIBU).
CORRESPONDENCIA
Humberto Fernández Olarte. E-mail: humfer_co@yahoo.com, fernandezjorge@unbosque.edu.co