2022, Número 3
El papel de la actividad física en la depresión en pacientes con enfermedad de Parkinson
Idioma: Español
Referencias bibliográficas: 37
Paginas: 115-123
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RESUMEN
La depresión se presenta muy frecuentemente en pacientes con enfermedad de Parkinson (EP), afectando a aproximadamente 50% de ellos. En la actualidad, el tratamiento de este trastorno se basa en la administración de antidepresivos inhibidores selectivos de la recaptura de serotonina. Sin embargo, estos fármacos a menudo pueden llevar a numerosos efectos colaterales que deterioran la calidad de vida de los pacientes. Por lo tanto, es necesario identificar otros tratamientos eficaces y seguros. Existe evidencia de que la práctica de ejercicios físicos reduce la inflamación, mejora el flujo sanguíneo cerebral, aumenta la producción de factores neurotróficos e incrementa el volumen de áreas cerebrales relacionadas con la memoria y la función cognitiva, mejorando el estado de ánimo y algunos aspectos mentales; lo cual puede contrarrestar las alteraciones cerebrales asociadas a trastornos neurodegenerativos y depresión. Bajo esta premisa, se han realizado algunos estudios para determinar si dichos ejercicios pueden mejorar la salud mental en personas con EP. Particularmente, algunas investigaciones han propuesto ejercicios de resistencia, ejercicios aeróbicos, yoga, baile, enfoques basados en realidad virtual y ejercicios llevados a cabo a través de videojuegos para aminorar los niveles de depresión en dichos pacientes. Por lo tanto, cada vez hay más evidencias que respaldan la utilidad de realizar ejercicios físicos para el tratamiento de la depresión en estos pacientes. El objetivo del presente artículo es presentar evidencia en la literatura internacional para resaltar el potencial terapéutico de efectuar actividad física en el manejo de la depresión en pacientes con EP.INTRODUCCIóN
La enfermedad de Parkinson (EP) es la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente alrededor del mundo.1 Esta enfermedad afecta aproximadamente a 1% de las personas mayores de 65 años, lo cual pone de manifiesto su alta prevalencia en adultos mayores.2
La EP se produce por la degeneración progresiva e irreversible de las neuronas de la substancia nigra pars compacta, lo cual conduce a una depleción en los contenidos de dopamina dentro del circuito de los ganglios basales y otros núcleos cerebrales que reciben proyecciones dopaminérgicas (Figura 1).3 Este déficit de dopamina ocasiona una serie de manifestaciones clínicas motoras y no motoras que deterioran significativamente la calidad de vida de los pacientes.4 En ese sentido, históricamente las complicaciones no motoras han recibido menos atención que las alteraciones del movimiento en los pacientes con EP, particularmente aquellas complicaciones relacionadas con la salud mental.
Las principales complicaciones motoras son bradicinesia, rigidez muscular, temblor en reposo e inestabilidad postural. Mientras que las complicaciones no motoras más frecuentes son fatiga, deterioro cognitivo, ansiedad y depresión.3 De manera interesante, la depresión es el síntoma no motor más común en pacientes con EP, afectando a aproximadamente a 50% de ellos.5 La depresión es un trastorno mental caracterizado por la presencia de tristeza constante, culpa, anhedonia, alteraciones del sueño y apetito, poca energía y poca capacidad de concentración. Este trastorno afecta negativamente la calidad de vida y el bienestar de los pacientes, ya que deteriora aún más la función física y dificulta realizar las actividades de la vida diaria, contribuyendo a una mayor tasa de mortalidad. Notablemente, a pesar de que la depresión puede ser altamente discapacitante, los pacientes no reciben tratamiento en la mayoría de los casos.
En este contexto, actualmente el tratamiento de la depresión en pacientes con EP se basa en la administración de antidepresivos inhibidores selectivos de la recaptura de serotonina (ISRSs).6 Sin embargo, este tratamiento a menudo puede llevar a efectos colaterales como dolor de cabeza, náuseas, fatiga, constipación, incremento en la fatiga y el temblor, entre otros.7 Además, no hay evidencias concluyentes que respalden la eficacia de ISRSs para tratar la depresión en pacientes con EP, incluso algunos estudios sugieren que no son más efectivos que placebos en dichos pacientes.8 Por lo tanto, es necesario identificar otros tratamientos eficaces y seguros.
En ese orden de ideas, la práctica regular de ejercicios físicos disminuye la presión arterial y el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares; además de reducir los niveles de colesterol y triglicéridos. De igual manera, las personas que se ejercitan regularmente exhiben un mayor volumen en áreas cerebrales relacionadas con la memoria y la función cognitiva, lo cual podría ser útil en trastornos como la depresión.
En ese sentido, cada vez hay más evidencias que respaldan la utilidad de realizar ejercicios físicos para el tratamiento de la depresión en pacientes con EP. Particularmente, algunas investigaciones han propuesto ejercicios de resistencia, ejercicios aeróbicos y la combinación de éstos para aminorar los índices de depresión en dichos pacientes.9-12 Incluso, en algunos casos, se han propuesto intervenciones con regímenes específicos. De igual manera, otros estudios han explorado los efectos benéficos de programas de ejercicios menos convencionales como yoga, tai chi y baile.13-15 De manera más reciente, se han propuesto enfoques basados en realidad virtual, realidad aumentada y ejercicios llevados a cabo a través de videojuegos.16,17
El objetivo del presente artículo es resaltar el potencial terapéutico de efectuar actividad física en el manejo de la depresión en pacientes con EP.
BúSQUEDA DETALLADA EN LA LITERATURA
Con el objetivo de recopilar la información disponible, realizamos una búsqueda minuciosa en las bases de datos PubMed, Scopus y Web of Science, utilizando los términos de búsqueda "physical activity", "physical exercise", "Parkinson´s disease" y "depression". Además, combinamos estas palabras clave por medio de los operadores booleanos "and" y "+" para obtener resultados más específicos. Consideramos artículos potencialmente relevantes publicados entre enero de 2000 y marzo de 2022.
Incluimos estudios en los cuales se analizaron pacientes diagnosticados con EP, divididos en dos grupos: intervención (pacientes que realizaron actividad física) y control (aquellos que no realizaron actividad física). Además, tomamos en cuenta solamente estudios controlados aleatorizados que exploraron el efecto de las intervenciones sobre los niveles de depresión. Las escalas que sirvieron como indicadores de depresión fueron el Inventario de Depresión de Beck (BDI: Beck Depression Inventory), la Escala de Valoración de Depresión de Hamilton (HAMD: Hamilton Depression Rating Scale), la Escala de Depresión del Centro de Estudios Epidemiológicos (CES-D: Center for Epidemiological Survey Depression Scale), la Escala de Ansiedad y Depresión Hospitalaria (HADS: Hospital Anxiety and Depression Scale), el Inventario Rápido de Autoinforme de Sintomatología Depresiva (QIDS-SR: Quick Inventory of Depressive Symptomology; Self-Report), la Escala de Depresión de Montgomery-Asberg (MADRS: Montgomery-Asberg Depression Rating Scale), la Escala de Autoevaluación de Depresión (SDS: Self-Rating Depression Scale) y la Escala de Depresión Geriátrica (GDS: Geriatric Depression Scale).
Por otra parte, excluimos artículos duplicados, comentarios, reportes de un solo caso y de congresos. Además, descartamos reportes de experimentos con animales y estudios que combinaron ejercicio físico con otras intervenciones complementarias (a menos que el grupo control recibiera la misma intervención adicional). De esta manera, al final seleccionamos 14 estudios controlados aleatorizados que fueron incluidos en este artículo de revisión. Las principales características de dichos estudios se muestran en la Tabla 1.
REALIZAR ACTIVIDAD FíSICA PUEDE REDUCIR LA DEPRESIóN EN PACIENTES CON EP
Existe evidencia de que la práctica de ejercicios aeróbicos mejora el estado de ánimo y algunos aspectos cognitivos en adultos mayores. Bajo esta premisa, se han realizado algunos estudios para determinar si dichos ejercicios pueden mejorar la salud mental en personas con EP.18,19 En primer término, Altmann y su grupo18 enrolaron 30 pacientes con EP, en los cuales evaluaron los síntomas de depresión antes y después de un programa de ejercicio aeróbico que consistió en pedalear en una bicicleta fija usando una resistencia mínima elegida por cada paciente. El programa fue implementado en tres sesiones de ejercicio por semana durante 16 semanas (20 minutos por sesión las primeras dos semanas y posteriormente 45 minutos por sesión). Sus resultados mostraron una diferencia significativa en los niveles de depresión con respecto al grupo control. Estos hallazgos fueron respaldados por otro grupo de investigación en un reporte posterior, donde se utilizó exactamente el mismo ejercicio y se mantuvo baja la frecuencia cardiaca de los pacientes.19 Dicho estudió analizó 37 pacientes (experimental = 22; controles = 15), en donde el grupo experimental se ejercitó tres veces por semana durante 28 semanas. La similitud de los hallazgos sugiere que este ejercicio aeróbico puede ser una intervención viable para aminorar los síntomas de depresión en pacientes con EP.
Por otra parte, en un estudio pionero, Schmitz-Hübsch y colaboradores20 exploraron el efecto de Qigong (un tipo de meditación y ejercicio tradicional chino para mejorar la fuerza muscular, la flexibilidad y el equilibrio) sobre los síntomas no motores en 56 pacientes con EP y depresión. Los participantes fueron asignados aleatoriamente al grupo de intervención (n = 32) y al grupo control (n = 24). El grupo experimental realizó los ejercicios durante 90 minutos/semana durante ocho semanas, seguido por una pausa de ocho semanas y otro periodo de ocho semanas de ejercicios. De acuerdo con los resultados, este tipo de terapia física disminuyó los puntajes de depresión medidos por la escala MADRS después de seis meses. Un estudio similar realizado en 32 pacientes mostró resultados semejantes, lo cual sugiere que la práctica de esta disciplina física puede ser útil para tratar la depresión en estos pacientes.21
Por otra parte, el yoga es una disciplina que consiste en ejecutar diversas posturas físicas, así como ejercicios de respiración y meditación que reducen el estrés y mejoran el estado de salud general. Por lo tanto, un estudio evaluó la efectividad del yoga sobre algunas manifestaciones clínicas y la calidad de vida en 13 pacientes con EP y depresión.22 La terapia física consistió en dos sesiones de 60 minutos por semana durante 12 semanas. Los participantes fueron evaluados al inicio de la intervención, así como a las 6 y 12 semanas. Los resultados mostraron que esta terapia redujo algunos de los síntomas de la enfermedad. De manera particular, la escala GDS indicó una mejoría notable en los índices de depresión. La utilidad del yoga en los pacientes con EP que cursan con depresión fue corroborada por un estudio posterior que utilizó un programa de ejercicios con idéntico número y duración de sesiones en 20 pacientes.23 Adicionalmente, los investigadores recopilaron datos que indicaron alta aceptabilidad y adherencia al programa. Dado que los resultados de ambos estudios fueron muy consistentes, en términos de la mejora en los síntomas de depresión, es factible concluir que practicar yoga puede ser útil en el manejo de este trastorno mental en los pacientes con EP.
Es oportuno mencionar que conforme avanza la EP, los pacientes experimentan un declive en la fuerza y función muscular. Esto puede llevar a una disminución de la movilidad, un estilo de vida sedentario y aislamiento social, lo cual incrementaría el nivel de depresión.24 En ese contexto, los ejercicios de resistencia incrementan la fuerza muscular, mejoran la eficiencia y autonomía funcional, mejoran la calidad de vida y reducen los síntomas de depresión de los pacientes con EP.9 Por ejemplo, la caminata nórdica es un deporte de resistencia que fortalece la musculatura e incrementa la coordinación en las extremidades, lo cual podría ser útil en el manejo de la EP. Bajo esta hipótesis, Cugusi25 investigó los efectos de esta disciplina en 20 pacientes con EP (intervención = 10; control = 10). El entrenamiento fue implementado en dos sesiones por semana durante 12 semanas, y los efectos de la intervención fueron analizados con distintas pruebas. Los síntomas depresivos fueron evaluados con la escala BDI-II. Después de 12 semanas de terapia física, los puntajes de dicha escala disminuyeron significativamente, indicando una disminución de la depresión en los pacientes.
Utilizando un abordaje menos convencional de ejercicio físico, un grupo de investigación japonés examinó los efectos de practicar baile sobre las alteraciones mentales en 46 pacientes con EP.26 Los participantes asignados al grupo de intervención realizaron la actividad en dos sesiones de 60 minutos por semana durante 12 semanas y los resultados fueron comparados contra un grupo control antes y después de la terapia física. De acuerdo con los autores, la práctica de baile mejoró muchos de los parámetros examinados, incluyendo los síntomas depresivos (de acuerdo con la escala SDS). Interesantemente, otro grupo de investigación reportó hallazgos similares, aunque la duración de sus sesiones fue ligeramente diferente.27 En este último estudio, los participantes realizaron 30 minutos de baile cinco veces por semana durante seis semanas. Es importante resaltar que parece ser que este tipo de terapia física basada en baile difiere de otros ejercicios físicos en los que es una experiencia multisensorial y representa una actividad placentera para los pacientes, lo cual genera mayor participación voluntaria y apego que otros ejercicios.28 Por lo tanto, una mayor adherencia implicaría mejores resultados sobre la salud mental de los pacientes.
Finalmente, Tollar29 llevó a cabo un estudio innovador en el que analizaron los efectos de utilizar videojuegos de ejercicios (exergames) sobre diversas manifestaciones clínicas en 74 pacientes con EP. Sus resultados fueron muy similares a los obtenidos con los programas de ejercicio aeróbico, de resistencia, de yoga y baile. Notablemente, este tipo de abordajes basados en exergames parecen generar una alta adherencia y tienen un alto potencial de estimulación desde el punto de vista de la rehabilitación cognitiva; por lo cual sería muy interesante realizar más estudios de este tipo para obtener más evidencias.
De manera general, los estudios arriba descritos respaldan la noción de que llevar a cabo actividad física de manera regular reduce los niveles de depresión y mejora la calidad de vida de los pacientes con EP. Además, ninguno de estos trabajos reportó eventos adversos que pudieran estar relacionados con los programas de ejercicio implementados. Finalmente, debido a que todos los artículos tomados en cuenta para esta revisión tuvieron una calidad metodológica relativamente alta, es factible suponer que los hallazgos reportados sean concluyentes.
POSIBLES MECANISMOS DE ACCIóN ANTIDEPRESIVA DE LA ACTIVIDAD FíSICA
Se ha demostrado que el ejercicio físico puede influir en la degradación de proteínas, reducir la inflamación, optimizar el flujo sanguíneo cerebral e incrementar la producción de factores neurotróficos. Lo cual puede combatir a las alteraciones cerebrales relacionadas con el envejecimiento, los trastornos neurodegenerativos y la depresión.
En la actualidad, el manejo de la depresión en pacientes con EP es desafiante, ya que sus mecanismos fisiopatológicos no han sido entendidos en su totalidad. No obstante, hoy en día no se conoce con precisión la etiología de la depresión en dichos pacientes, algunos estudios sugieren que el desarrollo de dicho trastorno mental puede involucrar a varios factores relacionados con la fisiopatología de la EP:
- 1. Deterioro en la estructura cerebral; por ejemplo, cambios patológicos en el sistema límbico, particularmente por daño en las células hipocampales.30
- 2. Alteraciones en la señalización de neurotransmisores que regulan los estados de ánimo como dopamina, noradrenalina y serotonina (los cuales se encuentran desregulados en pacientes con EP).31
- 3. Cambios en los niveles del factor neurotrófico derivado de cerebro (BDNF), el cual juega un papel importante en la supervivencia neuronal y la plasticidad sináptica.30
- 4. Factores psicosociales y la presencia de dolor y discapacidad funcional (que por sí solos pueden contribuir al desarrollo de depresión en cualquier persona, independientemente de la EP).31
- Relevantemente, estos mecanismos que favorecen o inician la depresión pueden ser regulados por la práctica de actividad física, lo cual explicaría los beneficios observados en los estudios incluidos en el presente artículo (Figura 2).
Por ejemplo, se ha propuesto que el ejercicio físico puede aliviar la depresión a través de:
- 1. Preservar el volumen hipocampal cerebral y regenerar las neuronas hipocampales por medio de la reducción de receptores glucocorticoides.32,33
- 2. Incrementar los niveles de la enzima triptófano hidroxilasa, promoviendo la síntesis de serotonina y la liberación de dopamina (lo que a su vez mejora el estado de ánimo de los pacientes).34,35
- 3. Activación del sistema endocannabinoide, regulando la función del eje hipotalámico-pituitario-adrenal e incrementando los niveles de noradrenalina.34
- 4. Aumento del flujo sanguíneo cerebral, disminuyendo el estrés oxidativo y la inflamación.36
- 5. Incremento en la expresión de BDNF, disminuyendo la neurodegeneración y favoreciendo la plasticidad sináptica.37
- 6. Reduce el grado de discapacidad e incrementa la calidad de vida de los pacientes con EP.9
CONCLUSIóN
Los estudios controlados aleatorizados examinados en el presente trabajo demuestran que la actividad física reduce la depresión en pacientes con EP. Además, de acuerdo con nuestro análisis, es necesario realizar alguno de los ejercicios detallados en secciones previas por 45-90 minutos, 2-5 veces por semana, durante al menos 12 semanas, para disminuir de manera substancial los síntomas de depresión en dichos pacientes. De manera interesante, no encontramos evidencia que sugiera que alguna de las intervenciones o ejercicios en particular produzcan mayor alivio de los síntomas depresivos que los otros. Sin embargo, es evidente que algunos programas de ejercicio pueden generar una participación más entusiasta, mayor apego y un menor porcentaje de abandono. Por lo tanto, los pacientes podrían obtener mayores beneficios si practican la actividad física de su preferencia.
Por otra parte, durante nuestro análisis detectamos algunas limitaciones. En primer lugar, debido a los criterios de inclusión y exclusión que establecimos inicialmente, fueron relativamente pocos los estudios controlados que consideramos elegibles para propósitos de esta revisión. En segundo lugar, en ninguno de estos trabajos se reportó el uso de fármacos antidepresivos; por lo cual no pudimos juzgar la diferencia entre el uso y desuso de dichos medicamentos en pacientes que realizan actividad física. En tercer lugar, el número de pacientes reclutados en estos estudios fue relativamente bajo, ya que solamente en dos de ellos participaron más de 50 pacientes. Finalmente, en la mayoría de los reportes no se realizó un seguimiento de las mejoras postejercicio a mediano o largo plazo; por lo cual desconocemos la duración de dichos beneficios.
Por lo tanto, aunque la evidencia parece convincente, hay una necesidad urgente de más estudios controlados aleatorizados de alta calidad y con un mayor número de pacientes para validar estas conclusiones.
REFERENCIAS (EN ESTE ARTÍCULO)
Zoladz JA, Majerczak J, Zeligowska E, Mencel J, Jaskolski A, Jaskolska A, et al. Moderate-intensity interval training increases serum brain-derived neurotrophic factor level and decreases inflammation in Parkinson's disease patients. J Physiol Pharmacol an Off J Polish Physiol Soc. 2014; 65 (3): 441-448.
AFILIACIONES
1 Laboratorio de Medicina Genómica, Servicio de Genómica, Instituto Nacional de Rehabilitación "Luis Guillermo Ibarra Ibarra". Ciudad de México, México.
2 Residente de Medicina Interna, Hospital General Regional de Orizaba No. 1. Orizaba, Veracruz, México.
3 Hospital Psiquiátrico Infantil "Dr. Juan N. Navarro", Secretaría de Salud. Ciudad de México, México.
4 Departamento de Fisiología y Neurociencias, CINVESTAV-IPN. Ciudad de México, México.
5 Departamento de Farmacia, Facultad de Química, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Ciudad de México, México.
Conflicto de intereses: los autores declaran que no tienen intereses económicos o relaciones personales conocidas que pudieran haber influido en el contenido de este artículo.
CORRESPONDENCIA
Hernán Cortés. E-mail: hcortes@inr.gob.mx / hcortes_c@hotmail.comRecibido: 4 de Abril de 2022. Aceptado: 22 de Mayo de 2022