2021, Número 2
Ser médico en la pandemia
Idioma: Español
Referencias bibliográficas: 4
Paginas: 95-97
Archivo PDF: 67.20 Kb.
RESUMEN
Hace algunos días un médico me comentó: "debido al COVID-19, 30% del personal del hospital donde trabajo se fue por permiso sindical debido a comorbilidades, otro 5% por licencias sin goce de sueldo, otras tantos por vacaciones programadas, y otros porque están infectados por el SARS-CoV-2, finalmente 50% se fue". Éstas son palabras de un médico que está atendiendo pacientes. Al sentirse solo recuerda su ingreso a la Facultad de Medicina "¿por qué estudié medicina?" recuerda "me gusta ayudar a las personas, hacer el bien a los demás, cuidar a los enfermos". Actualmente, ante la pandemia del SARS-CoV-2, su vida está en riesgo. Es en esta pandemia donde el médico se encontrará frente a un juez implacable: su conciencia, la cual es imposible eludir. El deber del médico es proteger al enfermo. Pero ¿qué sucede si tiene miedo de enfermarse o contagiar a su familia, si no cuenta con el equipo de seguridad personal idóneo? En él recaen todas las responsabilidades y siente su compromiso con el enfermo. Los médicos están obligados a cumplir tal compromiso. El médico acompañará al enfermo, será su guía, su mensajero, intérprete, un apoyo en medio de todos los que luchan por curarle. Los doctores deben considerar al paciente en su totalidad, conocer su complejidad y su personalidad para llegar con éxito a la recuperación de su destino existencial.INTRODUCCIóN
Hace algunos días un médico me comentó: "debido al COVID-19, 30% del personal del hospital donde trabajo se fue por permiso sindical debido a comorbilidades, otro 5% por licencias sin goce de sueldo, otras tantos por vacaciones programadas, y otros porque están infectados por el SARS-CoV-2, finalmente 50% se fue". Éstas son palabras de un médico que está atendiendo pacientes. Al sentirse solo recuerda su ingreso a la Facultad de Medicina "¿por qué estudié medicina?" recuerda "me gusta ayudar a las personas, hacer el bien a los demás, cuidar a los enfermos". Un médico ya experimentado le dice que estudiar medicina es una carrera de sacrificios, que se acabaron las fiestas, no hay tiempo para novias, que cuando termine sus estudios, la mayoría de sus compañeros ya estarán casados, con familia y establecidos. En cambio, el médico se establecerá aproximadamente a los 30 años; no disfrutará ver crecer a sus hijos; no todas las noches estará en su hogar porque el deber lo llama, ya sea para hacer guardias en el hospital o para dar atención al enfermo que así lo requiera. Y actualmente, ante la pandemia del SARS-CoV-2, su vida está en riesgo. Después de la entrevista con el aspirante a ser médico, su respuesta es invariable: "no importa, deseo estudiar medicina porque quiero ayudar". Al recordar al Dr. Ignacio Chávez1 que en su ideario nos dice "es recomendable que quien inicie la carrera de medicina, sepa que obtiene en realidad una matrícula de estudiante de un curso que no termina. Esclavos de un deber que la conciencia impone y que todo mundo reclama. Y ninguna libertad arrebata más libertades ni impide más el descanso ni aparta más de las legítimas expansiones del cuerpo y del espíritu que ésta, en la que todo mundo exige y ninguno concede, nadie piensa en los derechos del médico-hombre y todos reclaman la abnegación del médico-sacerdote".
Es en esta pandemia donde el médico se encontrará frente a un juez implacable, su conciencia, imposible eludirla, ni siquiera cuando ha tratado de esquivar todo riesgo con abstenciones culpables. Su deber es proteger al enfermo, pero ¿qué sucede si tiene miedo de enfermarse o contagiar a su familia, si no cuenta con el equipo de seguridad personal idóneo? Y en él recaen todas las responsabilidades y siente su compromiso con el enfermo. Está obligado a hacerlo. Por ello, se han publicado guías que ayudan a los médicos ante los desafíos de tomar una decisión en ocasiones de vida o muerte como el documento del Consejo de Salubridad General, "Guía bioética para la asignación de recursos limitados de medicina crítica en situación de emergencia",2 "Guía COVID-19 para la atención del paciente crítico con infección por SARS-CoV-2", Colegio Mexicano de Medicina Crítica3 que destacan que la medicina asertiva, la lex artis, los principios hipocráticos como el "primero no hacer daño", los principios éticos y los valores morales deben prevalecer en el médico. El enfermo espera que el médico sea un ancla, un puente entre paciente, enfermedad y familia. En ocasiones el enfermo se siente desolado debido a la enfermedad como es la infección por el SARS 2 COVID-19, y llegado el último suspiro de vida no puede despedirse de sus seres queridos. Antonio Corral Castanedo4 refiere que el enfermo se encuentra en una isla con el mínimo contacto con su familia, debido a la burocracia que impera en algunos sistemas de salud. Y es que el enfermo cuando entra en el hospital es sometido a máquinas, aparatos que no le dan ninguna explicación, entre análisis y radiografías, exploraciones que no sabe para qué son ni lo que buscan, que lo aturden y que nadie le aclara nada, en medio de los cuales escucha pocos alientos, pocas palabras; se encuentra perdido. Es ahí donde el médico como un faro señala la luz al enfermo, ya que éste ansía que alguien le contemple, analice su estado de ánimo, sus sobresaltos, sus miedos, su soledad. El enfermo, física y en consecuencia psíquicamente mutilado, perturbado y disminuido, busca un asidero, busca a alguien que lo ayude a soportar y que comparta esa angustia engendrada por la enfermedad; alguien que cure su dolencia concreta, la suya. El médico, como una tabla de salvación, debe emitir la palabra amable, consolar al enfermo, su familia, y muchas veces dar una noticia fatal a una familia que pasa horas enteras en la sala de espera, sin saber nada, con la angustia por la suerte de su ser querido. El enfermo desea que se le diagnostique y trate, que se le ayude a atravesar las calles de las dolencias, los trámites imprescindibles, los días de internamiento, que el médico tome fuerte esa mano niña, esa existencia niña en que se convierte la vida de cualquier enfermo por muy adulta y experimentada que sea. Así, el enfermo en medio de la pandemia, el alma del hombre enfermo que busca la salud, que solicita por encima de todo una ayuda cálida, un consuelo, una aclaración para sus males, sus dolencias que, aunque sean físicas, le afectan el espíritu, en ocasiones se siente, aun atendido, trágica y dolorosamente ignorado y abandonado sabiendo que ya no volverá a ver a sus seres queridos en estos difíciles días por la pandemia del SARS-CoV-2. El médico le pide a Dios, como lo hizo el médico judío Maimónides, que sólo desea conocimiento para ayudar a sus semejantes. El médico acompañará al enfermo, será su guía, su mensajero, intérprete, un apoyo en medio de todos los que luchan por curarle, deberá considerarlo en su totalidad, conocer su complejidad y su personalidad para llegar con éxito a la recuperación de su destino existencial. Y que el médico como el enfermo no se sientan solos como en una isla en medio de la desolación. Llegando a la conclusión de que el éxito convencional no es un éxito real ni siquiera por las razones que marca la tradición. El éxito es haber servido y hacer el bien.
AGRADECIMIENTOS
A la Comisión de Bioética del Estado de Campeche.
REFERENCIAS (EN ESTE ARTÍCULO)
AFILIACIONES
1 Secretaría de Salud del Estado de Campeche. Comisión de Bioética del Estado de Campeche. Médico Cirujano, Especialidad Patología Clínica.
Conflicto de intereses: Ninguno.
Financiamiento: Ninguno.
CORRESPONDENCIA
Eduardo García Solís. E-mail: eduardogarsol@gmail.comRecibido: 05/03/2021. Aceptado: 16/06/2021.